jueves, 21 de noviembre de 2013

Anhelo de las islas cruzadas... Marcos Andrés Barros Ketterer (Marcvs Ivlivs Nerva).

Anhelo de las islas cruzadas.
He despertado esta mañana con frío y con el rocío corriendo por mi nariz y mis cabellos, pues quede dormido en el jardín, entre las fuentes adornadas con bellas esculturas, de ellas hay doce como los dioses griegos, y a la que más temí esa noche fue a la de Plutón por que el sueño que tuve era de Tártaro, de avernos, de infiernos, más bien una pesadilla, aún después de todo lo que sufrí en el no podía, ni pude despertar hasta que amaneció. Soñe con mi abuelo, mi abuela, con mis antepasados, mis ancestros, aquellos que fallecieron y que estaban languideciendo, o padeciendo enfermedad y que la agoñía les causaría una pronta muerte, soñe con muertos, con fantasmas, con ánimas, y sombras tenebrosas, con demonios, y dioses que me ofrecían gajos de granadas de aspecto fructoso y delicioso, con sabor a ambrosías y mieles, pero que al comerlos podrucían el mismo efecto que los venenos, y las cicutas bebidas por mis antecesores preceptores filósofos. Pero ahora de mañana sólo podía sentir el deleite de los hedores más dulzones, las flores, sus colores y el trinar de las aves, y la bella pérgola en la cual quedé dormido, de ella colgababan las parras con sus uvas, pronto se me antojó y de ellas saque provecho para mis antojos saciar, tomé la capa que había usado como cobija, y la ceñi bien con la fíbula, camine hasta el estanque para tomar un poco de agua y limpiar mi rostros, pues mi tez apenas se veía pues tenía la cara sucía con polvo blanco, era por la cal que llevaban las carretas a la ciudad, y que había ayudado a cargar hasta ellas el día anterior, aquella era la razón de que me quedáse profundamente dormido en los jardines, y esa noche sólo pensaba en las estrellas, en acariciar los rostros de mis padres, de decirles cuanto les amaba, pero era muy tarde, y sólo pude ver las constelaciones, el brillo plateado de la luna, y escuchar los gráznidos de algunas aves nocturnas, recuerdo que antes de dormir tome nota en mi libreta de lo que había vendido, y cuanto me faltaba para partir a Malta con mis pertenencías, pues había comprado una bella casa para huir de los recuerdos del palacio, y de los sollozos, y de las triztesas, era mucho para mí recordar el sufrimiento que me habían causado, y después de tanto tiempo trascurrido en las mazmorras de mi propia recidencia, pues no era lo mismo ser señor ahora de ella. Prefería ahora vivir entre los burgueses y hacer negocios con los Libios.
Marcos Andrés Barros Ketterer.

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