jueves, 21 de noviembre de 2013

"De Capa y Címitarra". Marcos Andrés Barros Ketterer (Marcvs Ivlivs Nerva).

De capa y címitarra...
El sonido del laúd, las callejuelas estrechas, los trovadores y las demás gentes en los mercados, y tú allí aún escondida mirándome entre las cajas y los barriles de víveres riéndote por como reprendía insultado a los subordinados, reprendiéndoles, derrepente aparecías casualmente observándome, yo hacía lo mismo pero era demasiado tímido, la mayoría de mis hombres cuando reconquistaban los pueblos que pertenecían a nuestro linaje por derecho, hubiesen toma a la mujer por su deseo y dejarle cuando saciado este estuviese, y luego cuando su líbido regresará buscar a otras, pero a diferencia de ellos al igual que tú pasaba por los mismo lugares buscándote, el mercado era tan grande y eran tantos los hedores y olores, que tú dulce perfume se perdía entre las especias, los inciensos, bálsamos, sales, escencias, y las mirras ocupadas para los funerales de los muertos, habían traído los soldados de Samarra para poder alimentar a la gente pobre gran cantidad cereales y carnes secas, pues mucha gente se había refugiado tras las murallas de la ciudad de la cual yo era gobernador, durante el asedio terrible que sufría la ciudad sólo a tí te tenía en el pensamiento, aunque sangriento el filo de la espada sobre la carne y de las cotas de mallas de las cuales sus eslabones se rompían al hundir el acero para abrirse pasa hacía el corazón enemigo, y que caía la ira de mis soldados sobre los guerreros enemigos, me volví tan intrépido durante todas las batallas que me nombraron general, me llamaban Rashid, Rashid, "el vengador", pero entre mis amigos me decían, "el triste", financiaba mis campañas militares con las armas de los vencidos, las revendía a los cruzados y los salteadores de caminos de nuestra región, así podría prevenir las celadas y las emboscadas, cuando ya había adquirido fortuna y fama por lo que había hecho pedí la mano a tú padre, había reunido suficiente oro como para nombrarlo emir, pero el en vez de ser persuadido de ello eligío aun mercader de noble y pobre el cúal solía emborracharse en la taberna que le pertenecía a tú familia, todos llegaban a buscarte pues decían de tí que sería la alhaja más bella y brillante de todas al crecer, que serías corona, para tú ser diadema, y yo esperaba de tí en lo lejano sin pronunciar la palabra, pues el verbo del hombre no es como el de Alah, pues su palabra es aliento de vida, y la palabra de los hombres es diferente, los hombres suelen mentir, estafar, se conduelen de si mismos, buscan justificar sus carencias y falencias, sienten y se emocionan por todo, y por ello suelen actuar precipitadamente...
Marcos Andrés Barros Ketterer

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