Cántabros, teútones, cátaros, calabrios, francos, germanos y Latvios, tempestad e ira se avanlanzan sobre Gilgamesh y Marduk, Astarte reposa en la puerta de Ishtar esperando mí muerte, Artemiza en Efeso para que cace el venado, y el Coloso en Rodas me guía con la flama de su antorcha, se ha vuelto cólera en deseo, se ha vuelto longeva mi alegoría y mí anhelante fervor, por que en arbotante del pináculo de las catedrales se alzado el palpitar del mio cuore, y tediosa la espera de volverte a mi mujer de los fiordos, de los campos verdes de las praderas llenas de vulvosos tulipanes blancos y rojos, de los valles floridos y llenos de pétalos violaceos y azulosos, donde las cáscadas caén de lo alto con como estelas de gaza, que las cruzan los primeros rayos por la madrugada cuando amanece, y donde el rocío cae sobre las hojas una y otra vez desde las copas de los más altas arbóledas de los bosques de robles, las encinas, y de las aves petirojas con sus melodícas cántigas al atardecer, el sonido del sílvido del los vientos, ahora en el amparados por la noche las fogatas y el resuello de las mulas y los equinos, las bestías que duermen en los establos, y donde las aldeas y los pueblos son descanzo de tabernas y mesones llenos de festejos vinos con miel y banquetes interminables ...
Marcos Andrés Barros Ketterer
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