Érase una ves en los tiempos de Aqueos, Dorios, Jonios y Corintios...
Eran los tiempos de los hijos de Lademonia y del Peloponeso, cuando el Lamda gobernaba sobre las otras letras del alfabeto y las polis de la Helénica cultura, eran tiempos de Periecos e Ílotas, eran tiempo de hóplitas, Xyphos y hoplones, eran tiempos de lanzas con puntas de bronce. De Tebas, Tirinto, Argos, Corintos, Atenas, y Pela, eran los tiempo de la Iliria, de la Macedonia, y de los Dacios, de los Tracios, de reyes, de estrategos, de Solones y Pisístratos, eran los tiempos de Anaxágoras, de Aristófanes y las comedias, eran los tiempos de Dionisios, de panderos y flautas de pan, tiempos de fiestas y festejos maravillosos, de orgías nocturnas y banquetes gigantescos, eran los tiempos de la Hélade, eran de los pastores de Arcadia, del coloso de Rodas, de Thera y de Knosos, de Micenas y Agamemnon, de Menelaos y Leónidas en Esparta, de Epaminondas y sus glorias militares, de Fidias y los escultores, de Temístocles y la talasocracia.
Recuerdo que para la época de mi noviazgo antes de mis nupcias, se celebraron el himeneo de mi prometida, antes de la primera noche que tomaría de ella lo que era mío por derecho, y consumado estaría nuestro amor y viviriamos bajo la mirada de los dioses y su gran panteón. Eran los tiempos de los faunos, de los sátiros, y de las ninfas, de las ondinas y las pléyades, pues las constelaciones de los cielos brillaban con más fuerza que antes, por que de las estrellas que las componían me hacían recordarte, eran aquellos tiempos que luego recorde cuando ya era muy viejo, por que era yo quien sería tu marido, no por que lo hayan acordado nuestros padres, si no por que estaba destinado antes de que nacieramos, pues las moiras, y las hilanderas que tejen el destino lo habían predestinado.
Marcos Andrés Barros Ketterer
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