Martirios de medio día.
Sabrosos, deliciosos, esquisitos, temblorosos en el paladar los mánjares, dulzón, amargos, almidonosos, y esos cerezos y sus frutos, delirio de la tierra de la leche y la miel, puentes, arbotantes, exédras, caveas, sumas, imas y medias, columnas, nabateos antíocanos, sátrapas de oriente respondan a mi llamado, sus sedas hermosas, sus oros, sus platas, platinos, záfiros, rubiés, agatas, esmeraldas, topacios, granates, ónix y lapislazulis son mios por derecho, la ley sálica me los otorgo hace tiempo, eso decían mis padres, eran tan magnos como yo, si lo erán, pero yo fuí quién atrazó tus tierras y tomo de ellas las más bellas reliquias, las traje a occidente para deleitarme con sus colores, como si de un cuervo se tratase, así como en la torre de Londres las urracas dan vueltas y vueltas, Londres y su Támesis, maloliente, pútrido, prefiero el Cena, limpio y navegable, mejor tu mi Lutetia querida que alumbras como Oriones y pléyades, pero los galos me detenían, defensores de sus costumbres ancestrales, ahora que han caídos estos francos y burgundíos, son fieles al destino merovingio, si y también los carolingios, Clodoveo, Clodoveo donde estas que no te veo, viejo feo, sólo te bautizas con tus tres mil soldados por riqueza del imperio, pero quienes vendrán después de tí serán tan buenos, servirán a causas más nobles que sólo políticas de tribus germánicas, que recuerdos aquellos, eras libre y yo detestablemente incauto, y te fuiste así como era tu libertad, efímera, te esclavizaste con tus erradas concepciones de la vida, y ahora yo te he vuelto a ver, ahora en la Londinium veo más lejos de los limes de Adriano por la Caledonia, suspirante y mis ojos son cristalinos y orgullosos, volveré a verle en Elba, Castilla, Baleares, Canarias, Capri, Córcega, Cerdeña, Malta, Creta, Rodas, Naxos, y Delos, Apolo ya te fuiste de aquí me dejaste igual que a Eneas, por eso su madre lo protegío después y a los Troyanos, los julios fueron fuertes, y virgilianos. Madre de Ecbatana y Sogdiana, escitas y sármatas, y esos que me siguen sólo vienen conmigo por lo aureo de mis arcas, disueltos ellos volveré con los míos cuando caígan ellos, si fuesen sasánidas los vería como hermanos, pero ahora me duelen mis cayos, y mis pies sangran, adolesco de sonrisa y carisma, cadenas, pues eslabones los conte una y otra vez pero son de hierro y se oxidan con la lluvia a lo que va de los monzones me contagiare con tetanos, y ese maldito verdugo con su hacha es un bribón, usurpador, su barba es rubía como los del caúcaso, pero es incorregible, me da miedo es un cochino de verás, tiene el vientre de la muerte, vacío y hueco, pero no por que no coma, si no por que en su interior un vórtice traga la delicia y la envía a todos los que le siguen, para se vuelvan contra mí.
Marcos Andrés Barros.
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